domingo, 19 de junio de 2011

Capítulo 2 (segunda parte)

—Claro que no, maldito imbécil. Hay más de un baño, yo me voy a bañar en el que está en esa dirección —Dylan señaló hacia el lado derecho del pasillo—, y tú te puede bañar en cualquier otro.

—¿Y dónde están los demás baños? —preguntó Lex, algo decepcionado.

—Hay uno al otro extremo del pasillo, otro arriba, otro en la habitación de huéspedes, otro en el gimnasio, otro en… —el chico continuó numerando lugares y Lex pronto se aburrió y dejó de prestarle atención a lo que decía, y más bien sólo concentrándose en la forma en que sus labios se movían mientras hablaba.

Ah, pero que persona más hermosa… eran las palabras que cruzaban por la mente de Lex… si tan sólo se hubieran quedado en su mente.

—Oye ¿me estás escuchando?

—Que labios tan bonitos, parece que está usando labial… pero no se podría conseguir un tono tan tenue como ese… ¿o será que sí?

—Ay, Dios —suspiró Dylan, empezando a desesperarse de nuevo y poniendo los ojos en blanco—. Bueno, sea como sea, ya te dije muchos lugares en los que pueden tomar un baño, así que, con tu permiso, yo me largo.

Y así, el pequeño chico salió de la habitación, dejando a Lex sólo y algo confundido.

—¿De qué demonios me hablaba antes de que se fuera…? —se preguntó a sí mismo, y luego solo se respondió—. Ah, sí… los baños.

Miró hacia todas direcciones y después cerró los ojos, antes de susurrar:

—Estoy perdido…

Mientras tanto, Dylan ya se estaba desvistiendo. En donde él prefería bañarse era el baño más grande de toda su mansión. La tina parecía más bien ser una alberca y era todo muy elegante. Cada vez que se bañaba el enorme cuarto de baño se llenaba de vapor, impidiendo ver muy bien cuando algo estaba lejos de ti, por eso casi nadie tomaba baños ahí —podían perderse y caer si no conocían ese lugar de memoria, pero Dylan ya tenía todo aprendido: dónde tenía el champú, acondicionador, jabón, estropajo, todo.

Ese estúpido, ese estúpido… pensaba, casi como si fuera un mantra que repetía una y otra vez, mientras se lavaba el cabello. Sólo pasa el proyecto de historia y los exámenes, pero después de eso te puedes olvidar de él…

De repente escuchó como la puerta del baño se abría y se cerraba. Rápidamente se sumergió en la enorme tina y se quitó el jabón de los ojos. Miró, pero, por supuesto, no se veía nada.

Qué raro… pensó, después de escuchar con atención por unos minutos más. Juraría que escuché algo. Bueno, seguro fue un eco o algo así…

Se enjuagó el cabello por completo y luego prosiguió a ponerse el acondicionador. Para ello salió de la tina y recorrió el camino que se sabía de memoria hacia sus productos de baño, pero cuando llegó las cosas no estaban como tenían que estar.

—¿Qué demonios…? —susurró para sí mismo.

Buscó un poco más y finalmente lo halló. Al fin…

Tomó la botella del producto para al fin poder usarlo, pero al hacerlo se dio cuenta de que estaba vacío.

¡¿Qué?! ¡Pero si justo ayer repuse justamente esta botella!

Suspiró y decidió que lo mejor sería saltarse el acondicionador por la paz. Entonces empezó a buscar el jabón, el cual por cierto, tampoco estaba donde debía.

Caminó cuidadosamente a través de la brumosa habitación, buscando el maldito jabón… y lo encontró.

Cayó al suelo después de haberse resbalado con su objeto de búsqueda.

—Ay, ay, ay… —susurró quejidos mientras se levantaba.

Suspiró y tomó el jabón. De acuerdo, será mejor regresar a la tina, es más seguro ahí…

Así, finalmente, el chico regreso a la tina del tamaño de una alberca, y se zambulló en ella, entonces escuchó un chapoteo que no había producido él. Empezó a ponerse nervioso.

—¿Hay alguien aquí? —preguntó su voz, a la vez que otra decía lo mismo—. ¿Quién eres?

Parecían ser dos voces, pero lo que decían eran las mismas palabras.

¿Quizá efecto del eco…?

Un poco nervioso, decidió que lo mejor era terminar de bañarse de una vez. Empezó a tallarse con el jabón y el estropajo, mientras daba vueltas caminando para tranquilizarse, cuando de repente chocó contra algo.

—¡¡¡¡¡¡¡¡AH!!!!!!!! —gritó asustadísimo… y justo en ese momento salió del agua Lex.

Dylan lo observó, anonadado al principio, pero cinco segundos después, enfadado.

—¡¿Qué mierda haces tú aquí?!

—Me estoy bañando —contestó Lex inocentemente.

—¡No me refiero a eso! ¿Por qué te estás bañando aquí? Te dije que aquí me bañaría yo…

—Ah, eso… Pues me perdí.

—¿Cómo diablos te perdiste, si había otro baño justo al otro extremo del pasillo?

—¿Ah sí? Lo olvidé…

Dylan entrecerró los ojos, apretó los puños y refunfuño. En serio no podía creer que ese tipo fuera la quinta persona con las notas más altas de la clase y de todos los de onceavo grado… y que él mismo fuera el penúltimo. Nunca se había sentido tan imbécl en toda su existencia…

Suspiró y salió de la tina.

—De cualquier modo ya terminé, así que puedes terminar de ducharte en paz. Le diré a Jaime que te muestre dónde queda la habitación de huéspedes en cuanto salgas y, por favor, una vez ahí, quédate ahí…

Y así, Dylan salió del baño y dejó a Lex solo nuevamente.

—Hm… Creo que se enojó —pensó Lex en voz alta—. Bueno, ni modo… —y así, siguió bañándose alegremente.

Dylan ya se encontraba medio dormido en su cuarto. Era la una de la mañana. Siempre había tenido problemas para dormir, y mucho más cuando se encontraba en medio de situaciones estresantes, pero al parecer estaba al fin quedándose dormido.

¡Y antes de que sean las tres de la mañana! Esto será un nuevo record…

Sus ojos empezaban a cerrarse lentamente, mientras el sueño daba paso a la inconsciencia… incluso empezaba a sentir el comienzo de un sueño.

¡Ah, abuelito!

Se dejaba llevar por la brisa fresca de su sueño, que parecía se iba a desarrollar en un campo de flores… cuando repentinamente escuchó unos fuertes golpes en la puerta, que lo hicieron dar un brinco y, por supuesto, le quitaron el sueño.

—Dios… ¿y ahora qué? —se quejó, mientras se levantaba de la cama y se dirigía a abrir la puerta. No se sorprendió al ver a Lex—. ¿Qué demonios quieres?

—No puedo dormir —dijo Lex poniendo cara de perrito—. Es una casa muy grande y la habitación está oscura… No estoy diciendo que tenga miedo ni nada por el estilo, pero es que me siento mal si duermo sólo en esta casota… y me preguntaba…

—No —cortó Dylan, y le cerró la puerta en las narices.

—¡Oh, vamos, dude*, sólo será hoy…! —rogó Lex a través de la puerta.

—¡No, lárgate! —Dylan regresó a la cama y se puso la almohada sobre la cabeza, tratando de acallar los golpeteos de la puerta, pero no lo consiguió…

Sólo tengo que esperar a que se canse y se vaya, se paciente… ¡Oh! Pero Dylan no conocía a Lex… una persona caprichosa e incansable. Pronto lo descubriría, porque dejó pasar media hora, sin embargo Lex no cesaba de golpear la puerta.

Finalmente, Dylan terminó por hartarse y abrir. Se lo encontró sentado al pie de la puerta.

—¿Me dejarás dormir contigo? —preguntó con cara de niño esperanzado.

—No, tú duerme aquí. Yo me iré a la habitación de huéspedes.

—Pero así no tiene sentido, te estoy diciendo que no puedo dormir sólo porque están muy grandes la habitaciones y me pongo nervioso. Si te vas vendría siendo la misma historia —explicó Lex, levantándose del suelo y poniendo cara triste.

Dylan cerró los ojos y suspiró. Se talló la cara con las manos y, después de haberse tranquilizado para no golpear al insoportable Lex, asintió y se hizo a un lado para que el chico pasara.

—¡Gracias! —dijo con una enorme sonrisa, corriendo al interior del cuarto y saltando dentro de la cama.

—Pero tú dormirás en ese extremo y yo en este. Lejos, lejos, muy lejos de mí —especificó Dylan con seriedad y una cara que le hubiera dado miedo a cualquiera en su sano juicio… aunque Lex era todo, menos alguien en su sano juicio.

De todas formas asintió y se quedó en su lado.

—De acuerdo.

—Bien, buenas noches.

Ambos chicos se taparon con la colcha y se dispusieron a dormir, pero a los dos se le había ido el sueño.

—No puedo dormir. —Lex fue el primero en quejarse, mientras se levantaba de la cama.

—Yo tampoco, y eso es tu culpa —dijo Dylan, mientras suspiraba con pesar.

—Entonces hay que hacer algo para distraernos en lo que vuelve el sueño… —insinuó Lex, con una sonrisa pervertida extendiéndose por su rostro.

—Ni lo pienses, maldito homosexual —advirtió Dylan, mirándolo con cara amenazante.

—De acuerdo, de acuerdo… —dijo Lex riendo. Había algo en la cara de Dylan que lo hizo pensar que lo mejor era no bromear tanto—. Entonces miraré tus cosas…

Lex caminó hacia el ropero de Dylan y lo abrió. Empezó a sacar cosas al azar y a analizarlas. Aunque no lo pareciese, Lex era bueno descifrando personalidades a través de acciones y cosas. A Dylan ya lo tenía más o menos encasillado en sus clasificaciones. Tampoco era como si le diera nombre a cada tipo de persona, simplemente sabía cómo era cada quien después de poco tiempo porque le gustaba analizar. Planeaba ser psicólogo en el futuro, cosa que parecía absurda a ojos ajenos puesto que él mismo parecía necesitar un jodido psiquiatra.

—Podrías dejar de hacer eso —pidió Dylan mientras se levantaba de la cama y se acercaba a donde Lex estaba desordenando todo.

Lex percibió una nota de verdadera irritación en la voz de Dylan, no del tipo de irritación de todo el día, si no una más melancólica.

Entre las muchas caras que tenía Lex, además de la del chico raro, loco, gay y, por alguna razón, inteligente, estaba a la que de verdad le gustaba molestar. Todo venía de acuerdo a su humor o el de los que lo rodeaban, solía salir más que nada cuando descubría puntos débiles… y en ese momento, para infortunio del pobre Dylan, acababa de salir el Lex oscuro.

—¿Por qué? —preguntó Lex, sin prestarle mucha atención al chico bajito que trataba de pararlo.

—Porque sí.

—Esa no es una buena razón. Si me conmueves quizá me detenga —dijo Lex, sin mostrar afán de cesar en la inspección de sus cosas.

En ese momento sacó de aquel ropero un oso de peluche viejo y deshilachado. Percibió cómo la respiración del muchacho que tenía al lado cambiaba en el momento en el que tomó aquel juguete.

—¿Qué es esto? —peguntó intrigado.

—Nada, por favor, dámelo.

—Oh, vamos, déjame mirarlo un poco más.

—Es delicado, en serio, déjalo —Dylan hizo además de quitarle el juguete, pero Lex se alejó, y justo en ese momento, de la nada, y cuando digo de la nada es de verdad de la nada, la cabeza del oso de peluche cayó al suelo.

Dylan y Lex observaron rodar la cabeza del muñeco por el suelo, luego Lex alzó la vista y miró la cara de Dylan ensombrecida. Percibió apenas como unas lágrimas salían de sus ojos y fue entonces cuando Lex supo que ahora de verdad había hecho algo mal. El estado mental de Lex regresó al más común en su persona, después de haber estado oscuro, y fue entonces que empezó a ponerse nervioso al ver que Dylan no reaccionaba.

—Este… ¿Dylan?

El chico no dijo nada, pero justo en ese momento salió de la habitación, dejando a Lex sólo y confundido.

—Oh, oh…

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Perdón por haberme demorado!!! >.< pero bueno! ya actualice XD pronto tendremos por aquí algunas modificaciones (pondré más bonito el blog :3 ) y habrá una sección de personajes, en donde tendrán la imágenes de verdad de los personajes, y digo de verdad porque fueron dibujadas por mí XD jajaa no, no por mí, pero sí por una amiga mía que también colabora en esta historia :3 no me ha dado un nombre con el que la pueda llamar por aquí... así que por el momento llamémosle "HTMmangaka" :P

eeeen fin... espero que les haya gustado este final de capi y que me digan que les pareció en un yaoi-coment x3

oh!!! y por cierto, MUCHAS MUCHAS MUUUUUUUUUUUUUUUUCHAS GRACIAS por su apoyo en los coments :'D de verdad que me han animado a seguir con esta historia...

en fin, eso es todo X3 y de verdad, MIL GRACIAS :') estoy si palabras... :'3

nos leemos ;3


atte. Yaoi Love

lunes, 30 de mayo de 2011

Capítulo 2

—¡Hey, aquí tienes algunas ropas prestadas de Jaime! —le dijo Dylan a Lex, aventando las prendas sobre la cama. Lex casi no le prestaba atención, estaba concentrado en la pantalla de la laptop de Dylan, quien no se dio cuenta.

Dylan empezó a buscar sus ropas en la cómoda que tenía en su cuarto, para posteriormente meterse a bañar. Le pareció extraño que Lex estuviera tan… tranquilo, así que lo miró un segundo; Lex tenía cara seria, de concentración, de esa que sólo ponía, o cuando estaba dormido, o cuando negociaba.

—¿Qué haces? —le preguntó Dylan.

—Oh. Nada, busco algunas cosas en internet sobre mi anime favorito. ¡Me gusta Junjou Romantica*! ¿Lo has visto alguna vez? —preguntó Lex esperanzado.

—Déjame adivinar ¿yaoi? —preguntó Dylan, entrecerrando los ojos.

—¡Sí! —contestó Lex, con un suspiro.

—Me das asco… —dijo Dylan, sintiéndose incómodo, luego puso más a atención a qué era lo que Lex estaba utilizando para ver sus cosas. ¡Era su laptop!—. ¡Oye! ¿Qué crees que estás haciendo con eso?

—¿Con qué? —preguntó Lex confundido, entonces Dylan señaló su laptop—. ¡Ah! Ya te dije que estoy buscando cosas sobre…

—¡No me refiero a eso! —interrumpió Dylan desesperado—. Me refiero a que ¡¿en qué momento dije yo que podías tomar mi laptop prestada?!

—¡Ah, era eso! —dijo Lex sonriendo despreocupado como si pensara que eso era un asunto de menor importancia—. Pues en ningún momento, yo mismo me tomé la libertad de agarrar tu lap que, por cierto, no tiene contraseña, y buscar algunas cosas en internet.

—¡Pues no quiero prestártela, así que devuélvela!

—Oh, vamos, Dylan, no seas tan amargado —decía Lex con voz suplicante.

—¡No! Las laptops son computadoras personales ¡per-so-na-les! ¡Así que dámela ya! —dijo Dylan, abalanzándose encima de Lex para quitarle la lap a la fuerza.

Pero Lex estaba lejos de querer entregársela, además de que estaba disfrutando de hacerlo pasar un enojo —sí, Lex era de ese tipo de personas a las que les gustaba fastidiar sólo por gusto—, así que incluso se puso menos cooperativo.

—¿Por qué no quieres prestármela, Dylan? ¿Es que a caso tienes algo que no quieres que yo vea, como pornografía?

—¡¿Qué?! ¡Por supuesto que no, maldito pervertido de mierda! ¡Yo no soy como tú!

—Entonces, si no tienes nada que esconder ¿por qué no me la prestas? —hablaba Lex tranquilamente mientras alzaba la lap con una sola mano por encima de sus cabezas. Dylan era demasiado chaparro, a comparación del metro ochenta y dos de Lex.

—¡Porque temo que la destruyas! —justificó Dylan, quien cada vez se ponía más rojo de furia.

—Me ofendes, Dylan. ¿A caso me ves cara del tipo de personas que destruyen todo lo que tocan? —preguntó Lex, fingiendo una voz de indignación.

—¡No, sólo te veo cara de idiota! —gritó Dylan, mientras empujaba a Lex hacia la cama para quitarle la laptop, pero la computadora, en lugar de irse hacia atrás con Lex, se fue con el brazo de Lex, pero hacia adelante. Se escapó de su mano y terminó en el suelo.

Al ver eso, Dylan se quedó petrificado.

—Es tu culpa —dijo Lex, con los ojos como platos, viendo el destrozo que él acababa de provocar.

Dylan estalló en ese momento, tomó a Lex por el cuello de la camisa y empezó a agitarlo de atrás hacia adelante, reclamándole.

—¡Eres un idiota! ¡Era una Mac! ¡Eres un inútil, imbécil, degenerado, flojo y, por si fuera poco, gay, además destruyes todo lo que tocas! ¡No quiero volver a verte, lárgate de mi casa!

—Pero… ¿no me iba a quedar a dormir? —preguntó Lex poniendo cara de perrito, una que a Dylan no le provocó nada más que fastidio.

—¡Que te largues! —le dijo con fuego en los ojos.

—Pero…

—¡YA! —dijo Dylan, mientras se daba la vuelta hacia su laptop caída.

Lex, con la cola entre las patas, se dio media vuelta y caminó hacia la salida de la mansión. En ese momento, Jaime entró al cuarto de Dylan, sin reparar en que Lex estaba bajando las escaleras.

—Señorito, escuché gritos. ¿Pero qué ha pasado? —preguntó Jaime, con voz educada mientras se acercaba hasta Dylan, entonces lo vio agachado frente a su computadora rota y dijo: —Oh… Ya veo. ¿Fue el señorito Lex?

—Pues no lo sé, Jaime. Quizá fui yo —le contestó Dylan a Jaime con sarcasmo, aunque el pobre mayordomo sexy de ochenta años no tenía nada que ver con sus problemas.

—Lo siento —dijo Jaime con voz condescendiente—. ¿Adónde se ha ido el señorito Lex?

—Lo corrí de la mansión —dijo Dylan, levantándose de su posición acuclillada y cruzando los brazos sobre el pecho.

—Pero, señorito, a estas horas de la noche… ¿no cree que es extremadamente peligroso? —dijo Jaime, sorprendido ante una decisión tan imprudente. El señorito Lex sí que debe ser desesperante para poner al joven amo de tal humor… pensó Jaime.

—Es mejor que sea peligroso, así que quizá lo maten o lo violen… ¡Y ojalá quien lo viole sea una mujer! Porque tratándose de ese maldito gay, si fuera un hombre quien lo viola tenlo por seguro que lo disfruta…

—Señorito, perdóneme por decir esto, pero ha tomado usted una decisión desacertada —dijo Jaime, negando la cabeza mientras mostraba decepción en la expresión de su rostro—. ¿Cómo se le ocurre dejar a su suerte al muchacho?

—Jaime, rompió mi laptop. ¿Sabías que es una Mac?

—¿Qué no hay miles de Mac en el mercado?

—¿Pero sabes tú lo caras que son?

—¿No es usted millonario?

—Bueno… sí, pero los archivos se han perdido —dijo Dylan, encaprichándose con su propio enojo.

—Quizá se puedan rescatar del disco duro —dijo Jaime, que sabía de todo un poco.

—¡Ay, Jaime! ¿Por qué siempre tienes que ser la voz de mi conciencia? —se quejó Dylan.

—Porque si no soy yo ¿quién lo sería, señorito? —dijo Jaime con voz divertida—. De cualquier forma ¿desde hace cuánto se fue el señorito Lex? ¿Cree que vaya muy lejos?

—No lo sé —contestó Dylan preocupado—, como cinco minutos… ¿Cuánto crees que pueda avanzar en cinco minutos?

—Tiene las piernas largas, si camina rápido debe ir lejos —contestó Jaime, aún más preocupado que Dylan.

—¿Entonces qué demonios hacemos aquí? ¡Hay que ir a alcanzarlo rápido! —dijo Dylan, tomando su chamarra de una silla y saliendo apresuradamente de la habitación.

Jaime lo siguió en seguida y pronto estuvieron ya en las puertas de la mansión. Al abrirlas se encontraron con una sorpresa.

Lex estaba sentado tranquilamente en uno de los escalones que estaban justo en frente de la puerta.

—¿Q-qué haces aquí? —dijo Dylan, anonadado.

—No pude salir, estaba cerrado el portón —dijo Lex con cara de flojera.

Dylan se llevó una mano a la cara y se cubrió los ojos, mientras decía humillado:

—Regresa a la mansión.

—¿En serio? —preguntó Lex esperanzado.

—Sí —contestó Dylan, con un suspiro de rendición.

—Pensé que jamás me perdonarías. ¡Gracias! —dijo Lex, mientras se levantaba de un brinco y entraba alegremente a la mansión.

—Esto es sólo por ti, Jaime —le dijo al mayordomo, con una cara que daba miedo. Jaime asintió con nerviosismo y una sonrisa que estaba a punto de fallar.

—Gracias, señorito…

Una vez dentro, Lex trató de calmarse un poco para no realizar más destrozos. Dylan entró en la habitación y tomó su pijama de la cómoda.

—Me voy a bañar, tú también puedes hacerlo —dijo Dylan.

Lex lo miró sorprendido y una sonrisa pícara se extendió por su rostro, la sonrisa más común que tenía Lex: la de pervertido.

—¿Nos vamos a bañar juntos? —preguntó, mientras se acercaba a Dylan y le rodeaba los hombros con el brazo.

—Claro que no, maldito imbécil.


CAPÍTULO EN PROGRESO